viernes, 22 de enero de 2010

Un nuevo concepto de "normal"

"Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario 'Pueblo' los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse. Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto.

Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al Ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.

Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario,Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir. asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá –de sirios y troyanos, oí decir el otro día–. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre.

Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí –imagínense cómo se agobian éstas– y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.

Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa."

Arturo Pérez Reverte

jueves, 11 de junio de 2009

...y despues dicen que no pensamos.

Un hombre tenía tres novias y no sabía a cual de ellas elegir para casarse...
Resolvió entonces hacer un test para ver cual era la más apta para ser su esposa.
Extrajo 15.000 euros de su cuenta bancaria, dio 5.000 a cada una de ellas y les dijo que lo gastaran como quisieran.
La primera fue de 'shopping', compró ropas, joyas, fue al salón de belleza, etc.
Volvió y le dijo al hombre:- Gasté todo el dinero que me diste así para estar más bonita para tí, para gustarte más... Lo hice porque te quiero.
La segunda también fué de 'shopping' y compró ropa para él, una consola, una televisión de pantalla plana, zapatillas de deporte, palos de golf...
Volvió y le dijo: -Gasté todo el dinero que me diste en regalos para tí así te hago más feliz... Lo hice porque te quiero.
La tercera cogió el dinero y lo invirtió en bolsa. En tres días triplicó lo invertido y regresó, le devolvió los 5..000 euros que el hombre le había dado y le dijo:
- Invertí tu dinero y gané el mío, ahora puedo hacer lo que quiera con mi
propio dinero... Lo hice porque te quiero.
Entonces, el hombre pensó.
Pensó...pensó....pensó...Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....
A los hombres les cuesta muuuuuuuuuucho
pensar......
Y siguió pensando.
Pensó....pensó...pensó....>Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....Pensó...pensó....pensó.....
Y ELIGIO A LA QUE TENIA LAS TETAS MAS GRANDES.......

Una parada en el camino

Pandemia de conveniencia

En el mundo, cada año mueren dos millones de personas víctimas de la malaria, que se podría prevenir con un mosquitero. Y los noticieros no dicen nada de esto.
En el mundo, cada año mueren dos millones de niños y niñas de diarrea, que se podría curar con un suero oral de 25 centavos. Y los noticieros no dicen nada de esto.
Sarampión, neumonía, enfermedades curables con vacunas baratas, provocan la muerte de diez millones de personas en el mundo cada año.
Y los noticieros no informan nada…
Pero hace unos años, cuando apareció la famosa gripe aviar…
… los informativos mundiales se inundaron de noticias… chorros de tinta, señales de alarma…
¡Una epidemia, la más peligrosa de todas!... ¡Una pandemia!
Sólo se hablaba de la terrorífica enfermedad de los pollos.
Y sin embargo, la gripe aviar sólo provocó la muerte de 250 personas en todo el mundo. 250 muertos durante 10 años, lo que da un promedio de 25 víctimas por año.
La gripe común mata medio millón de personas cada año en el mundo.
Medio millón contra 25.
Un momento, un momento. Entonces, ¿por qué se armó tanto escándalo con la gripe de los pollos?
Porque atrás de esos pollos había un "gallo", un gallo de espuela grande.
La farmacéutica trasnacional Roche con su famoso Tamiflú vendió millones de dosis a los países asiáticos.
Aunque el Tamiflú es de dudosa eficacia, el gobierno británico compró 14 millones de dosis para prevenir a su población.
Con la gripe de los pollos, Roche y Relenza, las dos grandes empresas farmaceúticas que venden los antivirales, obtuvieron miles de millones de dólares de ganancias.
-Antes con los pollos y ahora con los cerdos.
-Sí, ahora comenzó la sicosis de la gripe porcina. Y todos los noticieros del mundo sólo hablan de esto…
-Ya no se dice nada de la crisis económica ni de los torturados en Guantánamo…
-Sólo la gripe porcina, la gripe de los cerdos…
-Y yo me pregunto: si atrás de los pollos había un "gallo"… ¿atrás de los cerditos… no habrá un "gran cerdo"?
Miremos lo que dice un ejecutivo de los laboratorios Roche…
ROCHE A nosotros nos preocupa mucho esta epidemia, tanto dolor… por eso, ponemos a la venta el milagroso Tamiflú.
-¿Y a cuánto venden el "milagroso" Tamiflú?
-Bueno, veamos… 50 dólares la cajita.
-¿50 dólares esa cajita de pastillas?
-Comprenda, señora, que… los milagros se pagan caros.
-Lo que comprendo es que esas empresas sacan buena tajada del dolor ajeno…
La empresa norteamericana Gilead Sciences tiene patentado el Tamiflú. El principal accionista de esta empresa es nada menos que un personaje siniestro, Donald Rumsfeld, secretario de defensa de George Bush, artífice de la guerra contra Irak…
Los accionistas de las farmaceúticas Roche y Relenza están frotándose las manos, están felices por sus ventas nuevamente millonarias con el dudoso Tamiflú. La verdadera pandemia es el lucro, las enormes ganancias de estos mercenarios de la salud.
No negamos las necesarias medidas de precaución que están tomando los países.
Pero si la gripe porcina es una pandemia tan terrible como anuncian los medios de comunicación, Si a la Organización Mundial de la Salud le preocupa tanto esta enfermedad, ¿por qué no la declara como un problema de salud pública mundial y autoriza la fabricación de medicamentos genéricos para combatirla? Prescindir de las patentes de Roche y Relenza y distribuir medicamentos genéricos gratuitos a todos los países, especialmente los pobres. Esa sería la mejor solución.